domingo, 12 de diciembre de 2010

... butterfly ...

Permanecía inmóvil sobre su delicada cama mirando a la nada mientras pensaba en qué hacer. Habían pasado minutos e incluso horas desde que su mente se había activado buscando una solución a su problema. Pero, ¿por qué llamarle solución si tan solo intentaba ordenarse las ideas respecto a ello?

Respiró una vez más pausadamente mientras cerraba los ojos y pronunciaba tenuemente la palabra rendición. Hasta hace poco, esa palabra no existía en su diccionario y ahora, era la más presente en su vida. Dicen que si te encuentras una piedra en el camino, lo mejor es enfrentarla para poder seguir adelante, pero lo que no dicen es que para conseguirlo, se necesita energía; esa misma energía que se va perdiendo mientras llegas a esa gran roca que, momentos antes, cuando estabas en el bache anterior, parecía diminuta.


Tampoco dicen que hay una solución para poder recargarla es tan fácil como incentivar a esa persona. Basta con unas dulces y cariñosas palabras para sentirlo pero, ¡es que a veces cuesta tanto...!

Se incorporó de la cama suavemente para pararse frente la puerta la cual, se encontraba cerrada. De nuevo, una nueva cualidad se le pasó por su mente: superación, se llamaba. Difícil de conseguir ya que requiere un esfuerzo constante e insistente pero cuando se consigue, es lo más gratificante del mundo.

El tiempo se le echaba encima y sus ideas seguían estando como al principio. Muchas eran las ganas que tenía de enfrentarse a la realidad pero pocas eran las que tenía para luchar.
Un leve zumbido interrumpió sus pensamientos nuevamente. Se giró hacia el banquito situado al lado izquierdo y sacudió la cabeza haciendo que su grácil pelo se moviera en el aire y acabara revuelto. Se miró al espejo pero en ese momento, su aspecto era lo de menos.

Se desplazó una vez más a la cama para sentarse sobre ella y acabar de reflexionar sobre el tema. Cogió el teléfono sin tener nada en claro y entre suspiros, marcó el número al que tenía que llamar.

Las manos y todo su cuerpo estaban temblando, no por miedo, sino por inseguridad a lo que

fuera a pasar; ojos bordaban lágrimas que le impedían visión alguna durante unos segundos antes estas, acabaran derramándose sobre su rostro.

Una pregunta hizo que sobresaltase de la cama, «¿entonces?» volvió a preguntar la persona del otro lado del teléfono. Era la hora de la verdad, ya no había marcha atrás o, al menos, eso pensaba ella.

«Me rindo» consiguió vocalizar entre leves suspiros y latidos acelerados. «Está bien, es tu decisión« respondió la grave voz. «Lo siento» se disculpó una vez más antes de colgar el teléfono.

Sin duda una decisión desagradable; una vez más, la palabra rendición ganaba y tomaba sentido en su vida.

«Puede que en un futuro...» se dijo a sí misma «pueda volver  a coger esa mariposa que se me escapó felizmente de las manos».