domingo, 6 de noviembre de 2011

... Tiempo ...


Cuando te pasa esto, te replanteas qué hacer. Son demasiados años a su vera y disfrutando cada día de su compañía. Puede que la importancia de este sentimiento, no la tenga más que mis allegados puesto que ellos también lo han vivido en sus propias carnes.  Y es que, la historia, como en cualquier otra casa, se vuelve a repetir; aunque mis acciones vuelven a ser las mismas y producen un resultado parejo al de quizás, diez años atrás.

Mañana, después de diez años, volveré a despedirme pero de otra persona diferente. Han pasado tres horas y sigo sin poder aclarar mis pensamientos. Tantos recuerdos, tantos sentimientos… que ya no podré crear junto a él.

No diré que estaba como un roble, pero tampoco estaba hecho una ruina. Tenía neumonía crónica y cada vez le daba más fuerte, aunque la vez anterior fue peor. Ya se sabía el resultado de esta enfermedad: así de imprevisto, empiezas a ahogarte y no hay modo alguno de salvarte. Solo espero que no haya sufrido.


Parece mentira que hoy, 6 de noviembre de 2011 haya llegado a pasar. Y lo único que pienso a parte de su sufrimiento es en la reacción de mi abuela, tío y madre. El hecho de, en una hora y media quedarte súbitamente, sin la base que sustentó tu felicidad durante estos 40-45 años. La desesperación e impotencia por no poder hacer nada más que ver como todo pasa ante sus ojos. Creo que es algo que puede llegar a superar tus fuerzas.

Y aunque intentas pensar en positivo –cosa difícil de realizar dadas las circunstancias –el tiempo no acompaña.

 […] Deja que el viento corra 
coronado de espuma, 
que me llame y me busque 
galopando en la sombra, 
mientras yo, sumergido 
bajo tus grandes ojos, 
por esta noche sola 
descansaré. […]

--
Pablo Neruda, El viento de la isla: